En 1970 David Bowie con melena rizada y aires de bohemio edita The man who sold the world, uno de sus discos clave de la década de los 70. Aquí probablemente se encuentra el Bowie más rockero y a la vez emparentado con gente como Led Zeppelin o The Who, dejando atrás a la época folk de finales de los 60. Aquí hay psicodelia, country a su manera, letras que hablan de ciencia ficción y alienamientos varios, pero ante todo canciones en mayúsculas, donde no hay tema que baje el nivel en ningún momento, un nivel altísimo. Aquí se unirá por primera vez al músico Mick Ronson, el núcleo con quien formará una de las agrupaciones más memorables de los 70, The Spiders from Mars, que se alargaría hasta finales de 1973.
El disco en si fue escrito y ensayado en la casa de Bowie en Haddon Hall, Beckenham, una mansión eduardiana convertida en un bloque de pisos, con cierto aire vampiresco, donde El Duque Blanco convivía con Angie, su primera esposa, y la música era creada por el genio junto al guitarrista Mick Ronson y el bajista y productor Tony Visconti.
Con este álbum empieza la época dorada de los 70 de Bowie, en la que lanzará no menos de cinco obras majestuosas en cuatro años. Hay diferentes portadas del disco, dependiendo del país donde se editaba, pero la que ha quedado como más conocida y mítica es la británica, en la que Bowie aparece recostado sobre un sofá con un vestido estampado (diseñado por Michael Fish), y melena casi de chica, indicación temprana de su interés por la androgínia.
Pero ante todo nos encontramos con un trabajo exhaustivo, poderoso, con profundas zonas de oscuridad y guitarreo (rock progresivo), a veces de cuento de hadas, y a veces de montaña rusa, pero sin duda el trabajo de sonido más fuerte y rockero del genio. Aquí el glam está en pañales todavía, pero de alguna forma empieza a nacer, aunque Bowie viene de quitarse la coraza del Mayor Tom y el folk, y se imagina vistiendo de música de rock progresivo los delirios excesivos y un tanto apocalípticos de su propia generación.
Este apabullante álbum comienza con The width of a circle con una letra que habla del ocultismo, y musicalmente ese primer gemir de la guitarra de Ronson y su zumbido eléctrico te sumergen en el punteo inicial de esta canción de ocho minutos, una tremenda pieza épica, anaconda sonora en la que sin darte cuenta, Bowie ya se ha colado como un fogonazo e interpreta de forma deliciosa. All the madmen abarca el asunto de la esquizofrenia, con esa guitarra folk del principio, a la que se unen los toques de la parte alta de los platillos de la batería y una flauta, para luego entrar tanto sección rítmica como guitarras eléctricas (precioso el punteo de Mick), con un aire a Black Sabbath fantástico, pero sigue siendo Bowie, canta de manera soberbia. Black Country Rock es una maravilla de canción, alegre con esa guitarra de Mick mandando y David cantando de miedo, pero donde al final es la guitarra solista la que, con su solo alargado, consigue ser el hilo conductor del tema. After all es la canción que más se emparenta con todo lo que el genio había hecho hasta entonces, el lado más folk, los coros, y su etapa de cantautor.
Running gun blues empezaba la segunda cara del vinilo con esa letra que habla de asesinatos con armas de fuego y contiene comentarios sobre el Vietnam, musicado también con aires folks en su inicio, y esa voz histriónica de Bowie, para que luego se vuelva rockera y potente. Saviour machine habla de una computadora sabelotodo, tema sin duda psicodélico, oscuro y bastante delirante. She shook me cold trata sobre un encuentro heterosexual, aunque musicalmente es un ejercicio de rock austero y robusto de proporciones gigantes y su sonido desconcierta a la vez que enamora, un caos sublime. La canción que da título al álbum es una pieza perfecta, interpretada por el genio de manera soberbia y ejecutada por su banda de manera gloriosa, una historia basada en un cuento antiguo de ciencia ficción "el hombre que vendió el mundo" de Robert Heinlein, donde Bowie se imagina una estrella y sueña ser un tótem del rock. Cuando Kurt Cobain la versionea en el Unplugged de 1994, lo hizo a la inversa, cuando ya sabía que la música no le salvaría de su final. Acaba el disco con The Supermen donde Niestchze y algo de profecía distópica, se mezclan en una pieza donde el riff de guitarra lo sostiene todo, enorme y tremendo final.
Disco fundamental en la carrera de David Bowie, considerado por muchos como transición, pero que para mi va más allá, es un gran disco de rock, de su época y de su momento, sin dejar de ser él, que también abarcaba hasta estos extremos.
Os dejo con el tema Black Country Rock.