martes, 10 de enero de 2023

7 Años sin David Bowie.


El tiempo es inexorable, tal día como hoy en España hace siete años llegaba la noticia de la muerte de David Bowie. Nos había mantenido oculto con su maestría habitual su enfermedad, un cáncer de hígado que le estaba devorando, y cuyas secuelas eran visibles en el vídeo de Blackstar, tema que daba título a su último álbum de estudio, otra vuelta de tuerca más en un artista que no paraba de evolucionar. Free-jazz al estilo Bowie, una locura podía parecer, pero a mi el trabajo que salió a la luz el 8 de enero de 2016 me gustaba y me sigue gustando, dos días después fallecía y se descubría el pastel, se estaba despidiendo, cómo no, a lo grande.
Curiosamente el tema Blackstar tenía un contenido religioso en la letra, donde se hablaba del nacimiento de un líder (Estrella Negra) el día de la muerte del anterior que pide que sigan los demás habitantes de Ormen (supuesto planeta), pero que se da cuenta que al final terminará siendo ejecutado mientras las mujeres se arrodillan y sonríen. Musicalmente un tema tétrico en su inicio con ritmo de tambor y teclados, pero cuya segunda parte después de una transición, tenía un tono más alegre con arpa y sección rítmica.


Como es sabido, Bowie no fue sólo músico en toda la extensión de la palabra, es decir, compositor, intérprete, productor, etc., sino también actor y ocasionalmente pintor. Pero en el terreno musical su peso ha sido enorme, y siendo tan diferente, genuino y auténtico, realmente ha sido una figura inigualable, también incluso en los momentos menos álgidos, que algunos tuvo. Su imagen cambiaba en cada álbum, eso siempre lo cuidaba, pero a la vez lo hacía su música. Por si fuera poco, hablamos de una carrera musical de 51 años, aunque de 2004 a 2009 estuvo algo retirado, bien es cierto, después de su operación de corazón. En todo ese tiempo, una vida entera casi, tocó todos los palos imaginables, pero a la vez inventaba y se reinventaba a si mismo, como siguió demostrando hasta el final de sus días.
Mucha gente consideró que todo lo que tenía que decir acabó a principios de los 80, y yo digo que no, que mucho de lo que hizo en los 90 y en este siglo, es de un nivel superlativo, pero que había que entender por donde iba. Cada uno tendrá su época favorita del camaleón, y casi todos coincidiremos en los 70, pero creo que es un artista que siempre tuvo una capacidad de regeneración como pocos, cosa que parece fácil y no lo es. ¿Cuántos músicos han intentado regenerarse y salir de su apatía y falta de actividad compositiva e ideas y no han podido? Os aseguro que muchos, pero Bowie no era de esos.


Suele suceder que una vez desapareces se te empiezan a reconocer tus méritos, si es que en vida no lo habían hecho, pero sucede que cuando mueres a una cierta edad, ese reconocimiento no es tan exagerado, pero negar la importancia de este genio, es bastante absurdo. 
En el año 1976, David Bowie, ya por esa época conocido como el Duque Blanco (esto proviene de un film que grababa en aquellos días titulado The Man who fell to Earth), edita Station to Station, la continuación de Young Americans, donde había girado al soul de Philadelphia y abandonado el glam-rock. Y aquí seguirá con ese sonido soul, pero lo mezclará también con el jazz, la música disco, el funk, incluso el art-rock. Formas musicales atractivas, variantes melódicas y rítmicas, y siempre regenerándose a si mismo, y sin para de crear algo nuevo.
Es curioso, porque en esta época Bowie en lo personal atraviesa un caos tremendo, una etapa muy crítica a todos los niveles, ya que sus adicciones lo estaban destruyendo y se produjeron episodios realmente preocupantes que hicieron temer por su salud, no comía casi, y se mantenía a base de drogas, de ahí su extrema delgadez.
Este álbum y su posterior gira, tenían un aire intencionadamente oscuro y deudor de cineastas como Fritz Lang y en general, todo el cine expresionista alemán, algo que culminaría en el disco Low, ya viviendo en Berlín, de manera clara. Por si fuera poco, también su voz revelará una gran riqueza de registros, sabiendo adoptar tonos graves, aires crooner, a la par que estridentes interpretaciones donde dramatizaba. El estado de locura casi permanente durante las sesiones de grabación a causa de la cocaína que David y bastantes miembros de la banda consumían, hizo que casi no se acordaran posteriormente de lo que grabaron. Así Bowie canta, toca guitarra, saxos, sintetizadores y mellotrón, Carlos Alomar y Earl Slick guitarras, Roy Bittan el piano, Dennis Davis la batería y George Murray el bajo, mientras las segundas voces son de Warren Peace. Pero la influencia de este disco en posteriores álbumes de new wave y post-punk es... diría que sideral.
Word on a wing, tiene una letra que habla de un líder al que se acaba entregando sin remisión, sin especificar cual, pero es un medio tiempo tremendo, donde piano, las guitarras y los coros hacen de él un gran tema. 

Os dejo con una interpretación de Word on a wing en vivo en París en 1999 (gira de Hours...).

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