Como dije en su día, hay discos que por una razón u otra pasan a engrosar de manera ya perpetua tu colección de álbumes imborrables, que bien te llevarías sin dudarlo a una isla desierta o en un viaje sideral a otro planeta, ese el caso de Behind the music, tercer disco de los suecos The Soundtrack of Our Lives que es una obra maestra, un trabajo que se escucha del tirón y que tiene momentos en su audición realmente alucinantes. Ebbot Lundberg con su personal voz, esas guitarras de Ian Person y Mattias Bärjed (que sustituyó en 1997 al primer guitarrista Björn Olsson), Martin Hederos a los teclados, Kalle Gustafsson al bajo y Fredrik Sandsten a la batería era un sexteto de mucho empaque, y en este trabajo lo bordaron.
The Soundtrack of Our Lives quizás sea uno de esos casos más claros de una banda descomunal que pasó desapercibida y sin pena ni gloria en sus 17 años de existencia, y la verdad es que resulta difícil de entender, dentro de la invasión escandinava donde formaciones como The Hellacopters, The Hives, etc., se llevaron la palma. Banda sueca, cuyo período de actividad abarcó desde 1995 hasta 2012 y que se despidieron con un recopilatorio doble en 2014 (Rest in peace). Sus influencias eran claras, por un lado los Beatles de la segunda época, por otro también The Kinks en algunas letras, pero la parte psicodélica tipo Love también la tenían. Por momentos hay gotas de los Stones de Brian Jones, la energía de los Who, The Doors, incluso los primeros Pink Floyd más MC5 son otros referentes, toda una coctelera de cuya mezcla no puede salir nada malo. Es un disco atemporal, magnífico y con pocas pegas que ponerle y cuya época para disfrutarlo más para mi es el verano, aunque vale cualquier estación.
Mind the gap (Cuidado con el hueco, expresión acuñada en el underground londinense y exportada a muchos países) es una gozada, melodía bestial y desarrollo magnífico, un medio tiempo brillante.
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