Año 1968, The Doors editan Waiting for the sun, su tercer trabajo, pero aquí empiezan a cambiar bastantes cosas. Por un lado Jim Morrison empieza a excederse en el consumo de drogas y alcohol, asunto que empieza a perturbar en el seno de la banda. De hecho habrá una primera gran bronca entre ellos, ya que Jim quería incluir la versión entera de 17 minutos de Celebration of the Lizard en el álbum, a lo que los otros 3 miembros se negaron, considerando aquello una volada del cantante. Por otro, estamos ante un momento convulso, ya que la Guerra de Vietnam se estaba televisando, dibujando un panorama desolador, por otro lado el LSD hacía estragos, y por último todas las grandes bandas estaban intentando evolucionar y dar un giro a sus carreras, tanto Beatles, como Kinks, Stones, e incluso sus paisanos The Beach Boys, y por tanto The Doors.
En cuanto a este trabajo en si, siempre se le ha tratado bastante mal, y a mi personalmente es un disco que me apasiona. Ha tenido siempre la misma suerte que The Soft Parade y se le ha considerado un disco menor, pero ante mis repetidas escuchas, creo que no es así. No digo que sea el mejor disco del grupo, eso no, pero tiene algunos de los momentos más brillantes del grupo.
Este disco intenta continuar la senda psicodélica que venía de Strange days, y de hecho por momentos lo consigue, pero en otros momentos toma caminos distintos y nos descubre que The Doors podían ampliar y mucho su paleta. Así aquí tenemos un fascinante recorrido por maravillosas baladas, preciosas tonadas pop psicodélicas, e incluso temas de rock contundentes.
La idea primigenia de una gran y ambiciosa obra, se fue desmontando poco a poco, y el resultado es por momentos algo deslavazado, pero siempre manteniendo altas dosis de calidad. Que no hubiera una continuidad lógica entre los temas, no significaba que solos no fueran excelentes, y aunque por instantes hay hilos conductores coherentes, luego se dispersan. En parte esto es provocado, porque se rescataron temas antiguos para que la mezcla fuera interesante y no cortante, y así los experimentos entraran de mejor forma al público.
Así, Hello I love you era un tema del principio, de 1965, y eso se nota, tema de onda más juvenil en las letras, pero con una carga de groove tremenda por parte de John Densmore en la batería, que deriva en un pop-rock de corte sofisticado realmente potente y atractivo, un single en toda regla, que sigue siendo un pelotazo a día de hoy. No diré nada sobre el supuesto plagio por parte de Ray Davies con el tema de The Kinks "All day and all of the night" ya que adoro a ambas formaciones. Seguimos con Love Street, y aquí a un servidor se le corta la respiración, uno de mis tres temas Top de la banda, una delicia compositiva de piano y guitarra y delicadas líneas de bajo, mientras Morrison recita un poema como sólo él sabía hacerlo y convertirlo en canción memorable. La grandeza de esta pieza, a parte de la combinación mágica de órgano y teclado por parte de Ray, es que es imposible no ponerte a recitarla junto a Jim, eso lo dice todo sobre ella. Not to touch the earth es un tema tan psicodélico y perturbador que realmente destaca por su fiereza, su acidez y en como se va oscureciendo, a la vez que se te vienen a la mente las imágenes de Jim bailando colgado sobre el escenario cuando la interpretaba, como el de un chamán, su propio trance. Summer's almost gone es una delicada canción, donde la guitarra de Krieger maulla y se alía con el piano en una preciosa melodía, mientras Jim nos recuerda cuando el verano se nos va. Wintertime love es una canción de amor alegre que mezcla el pop y el vals de manera extraordinaria y donde Ray hace un solo de teclado en plan clavicordio que se te pone la piel de gallina. The unknown soldier remataba la primera cara, un tema antibelicista, y que melódicamente es una joya que se mezclan con un fragmento sombrío de marcha militar y que Jim en directo solía hacer como si le fusilaran a él, que luego estalla para volver a girar y llegar casi hasta donde el principio.
Spanish Caravan iniciaba la Cara B con guitarra española (¿estaban Paco de Lucía o Andrés Segovia por allí?) donde el señor Krieger tiene su gran protagonismo, hasta la entrada de la voz de Morrison, que se muta a pieza de rock con guitarra eléctrica y tono circense. My wild love quizás es el tema menos brillante del disco, donde volvemos al tema chamán pero quizás algo más forzado, convertido en un cántico indio que musicalmente poco aporta. We coould be so good together remonta el vuelo y de qué manera, pequeña joya donde los teclados mandan, el tono es alegra, y sus paradas y vueltas a empezar recuerdan a los grandes momentos del grupo, temazo. Yes, the river knows es una balada preciosa, donde el piano y la voz de Jim son protagonistas, demostrando que el lado jazz y swing del grupo sigue muy presente. Acaba el trabajo con Five to one, un himno con tonos pesados, de aires rockeros cercanos al rock duro, con ese groove de la batería de John a tope de nuevo, esa guitarra de Krieger visceral y cuya letra tenía muchas lecturas, desde la oda a la masturbación, hasta el fin de una época feliz como demuestra la frase "tus días de baile se han acabado, nena". Aunque por otro lado es un tema que invita a la rebelión y a la insubordinación, convirtiéndose en líder de masas desatadas.
Sin ser el mejor trabajo de The Doors, este álbum contiene varios de los pasajes más alucinantes del grupo, y para mi sin duda alguna de mis piezas favoritas. El deslavazado menjunje que conformó la alineación de los temas, hace que no acabes de vibrar del tirón, pero si disfrutar mucho en muchos tramos del mismo.
Os dejo con We could be so good together.
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