The Doors, la banda de Los Ángeles, California, Estados Unidos, se forma en julio de 1965, cuando dos amigos de la universidad de UCLA, Jim Morrison y Ray Manzarek (éste 4 años mayor) tienen una charla en la playa de Venice y Jim le canta al oído a Ray un poema al que había que poner música, tenía muchos en su cabeza, pero aquella era la letra de Moonlight drive. A partir de ahí, empiezan a dar forma a la idea de su grupo de música. Ray estaba en una banda llamada Rick and the Ravens, con su hermano Rick, mientras Robby Krieger y John Densmore tocaban en The Psychedelic Rangers, que conocían a Manzarek de unas clases de meditación. En agosto Densmore se unió a la banda con alguno de los Ravens, grabando en septiembre una demo de 5 temas. Ese mismo mes se incorpora Robby Krieger y queda cerrada la banda, sin bajista. Así tenemos a Jim Morrison a la voz, Ray Manzarek al órgano y piano, Robby Krieger a la guitarra y John Densmore a la batería. Posteriormente Ray se inventaría un pedal en el teclado para hacer la función del bajo, para los directos, ya que solían utilizar bajistas de estudio en las grabaciones.
Sólo faltaba darle un nombre a la banda, y lo tomaron del verso del poeta William Blake: "If the doors of perception were cleansed, everything would appear to man as it is: infinite", es decir, "Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito", que también daba título al libro de Aldous Huxley, The Doors of Perception, quitando esta última parte y dejándolo más corto, se quedaron en The Doors.
The Doors en 1966 en The London Fog
En cuanto a los estilos que dominaban su música, Krieger venía del blues, Densmore del jazz, mientras Ray era fanático del rock y el blues de la época y Jim aportaba la parte psicodélica y lisérgica. Así ya, en 1966, el grupo tocaba en The London Fog para cambiarse al prestigioso Whiskey a Go Go. Allí les vio el presidente de Elektra, Jac Holzman, debido a la insistencia de Arthur Lee, líder de Love, que ya estaban en la compañía (habían editado su primer disco homónimo en 1966). Después de que Holzman y Paul A. Rotchild les vieran dos veces, en la segunda cayeron rendidos ante el concierto hipnotizante del grupo y decidieron ficharlos. Ese mismo año Jim la liaría parda en el club y serían despedidos, cuando interpretando The End, Morrison espetó "Father? Yes son, I want to kill you, Mother? I want to fuck you".
Así este primer álbum, fue grabado en menos de una semana en agosto de 1966, aunque no saldría editado hasta el 4 de enero de 1967, prácticamente grabado en vivo y muchos temas en una sola toma, ya que eran canciones que el grupo tenía muy machacados de tocarlos en directo, y bajo la producción de Rotchild. El disco fue un bombazo, y si a esto le unimos la estética de Jim con sus pantalones de cuero, y convertirse en un sex symbol de la época, ver que en sus conciertos siempre pasaba algo, etc., el grupo se posicionó entre los punteros americanos de la época junto a Jefferson Airplane o Grateful Dead.
Pero entre una juventud que se manifestaba dentro del movimiento hippie, con el rollo de la paz y el amor, apareció un personaje que no respetaba más normas que las suyas, fuera de este mundo y poseído por espíritus del más allá, por lo que pronto se convirtió en un icono adorado por las masas. Su autodestrucción es un capítulo aparte, y el caos que se provocaba en sus directos, afectaba al resto de la banda.
The Doors en 1967
El álbum en si, se abre con Break on through (To the other side) es un auténtico bombazo de salida, donde su ritmo, los teclados y órgano de Ray son incendiarios y la letra contenía una frase en la que dice She get's high (ella se coloca) que la censura de la época trataría de tapar por todos los medios, pero ya empezaría a ser un lastre que les seguirá toda su carrera. Soul kitchen empieza con el teclado de Ray, mientras entran la batería y la guitarra, junto al bajo (de estudio) empieza Jim a desgranar la letra, una delicia de esas que definen un estilo, con pre-estribillo glorioso y estribillo brutal, paradas, vueltas a empezar... un pasote. The Crystal Ship es un viaje hipnótico en si misma, medio tiempo dulce y fantástico que alcanza su cúspide en el estribillo, aparte de disfrutar de un sólo de piano de Ray simplemente antológico. Twentieth Century Fox es un rock rápido, con inicio pausado que se vuelve furioso al llegar al estribillo, y donde el armazón de la banda suena de manera fantástica, compacto y sin fisuras. Alabama song (Whiskey bar) es una versión de Bertolt Brecth y Kurt Weill, pero cuya letra le venía de lujo a Jimbo que demostraría en su vida civil, que ir de bar en bar buscando whiskey sería una constante, un tema festivo que me encanta cantar cuando estoy de fiesta. Acababa la primera cara del vinilo con Light my fire, una obra maestra en si misma, y un tema que por si solo define la carrera de un grupo. Un tema que partía de Krieger, y al que la banda dio forma y donde Ray tenía varios minutos de gloria con un solo de teclado y órgano de caerse de espaldas. Era evidente el tono sexual del tema, pero en manos de los Doors es sucio y humano, provocativo y honesto, también cubierto por una capa de desilusión. Un hit brutal.
La segunda cara del disco empezaba con Back Door Man, un blues de Willie Dixon, que en las zarpas de The Doors es majestuoso con la voz de Jimbo dando arreones gloriosos y ese teclado que es la base perfecta, mientras el grupo arropa bestial. I looked at you es un tema de amor a su estilo, nada romántico, una pieza rápida y que puede parecer alegre, y en cierta forma lo es, pero lo que lleva dentro es desfase y juerga, con ese teclado que corre que se las pela y esa batería que es un lujazo. End of the night es el tema lento del álbum, donde los Doors se muestran crepusculares y la guitarra de Krieger se erige en protagonista. Take it as it comes vuelve a ponernos patas arriba, otro tema rápido, alegre e interpretado de forma brutal con estribillo muy pegadizo, aunque en el fondo esconde ese aroma feroz e indomesticable de esta bandaza. Y cierra la joya The End, esa epopeya dramática y épica de casi 12 minutos de duración. La primera parte transmite serenidad, pero lentamente se va transformando en una vorágine oscura (los redobles de John) y enfermiza, que camina entre la poesía y grandes dosis de experimentación, y cuya interpretación era realmente una pieza teatral, algo que le daba todavía más riqueza a este grupo. Aquí, musicalmente hay diversos estilos, que confluyen en un único contexto musical, pero todos coherentes, el blues de Ray al órgano y su manera de tocarlo, Robby a la guitarra que une blues y rock, John y su conjunción de beats jazzísticos junto a la bossanova o un primigenio funk, y como no, la voz de Jim, que te embelesa, te hipnotiza, y hace que entres en su historia que habla de su primer amor. Como anécdota, cuando grabaron el tema la primera vez en el estudio Jim estaba desconcentrado, la segunda vez, unos días después volvieron a hacerla, esta vez con las luces del estudio apagadas y sólo una vela encendida... ¡¡¡MAGIA!!!
Pocas bandas pueden alardear de tener un primer disco que cambió la historia del rock, y sin duda The Doors es uno de ellos. Por muchas circunstancias éste álbum tiene mucho de especial, pero casi 50 años después de su edición, aunque realmente 50 después de su grabación, sigue sonando potente y grandioso.
Os dejo con el tema Take it as it comes.
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