Hoy hace 22 años se nos iba George Harrison, el Beatle al que más cariño tengo y que en la banda donde Paul y John eran auténticos jefes, tuvo la valentía, la clase y el arrojo de ponerse a la altura de ambos en lo que podríamos llamar la segunda época de los Fab Four a nivel compositivo. Recordemos que era el más joven del grupo, pero no tardó en ponerse manos a la obra. En 1965, momento de cambio y giro en el cuarteto, George descubre la música clásica de la India y comienza el aprendizaje del sitar, un instrumento que él incorporó al pop-rock, igual que la tambura y la tabla, y por extensión el concepto de raga y las religiones del subcontinente indio (ahí se le fue un poco la pinza, quizás, pero da igual), a parte de hacerse muy amigo de Ravi Shankar. Digamos, que en eso se diferenciaba mucho de sus compañeros de grupo, pero a la vez le dio una vía de profundidad, por la que luego reconduciría su manera de componer y de subir el nivel dentro del seno del grupo.
Pero lo mejor de todo, fue que George encontró dentro de los Beatles a un cómplice y socio algo inesperado, su productor y Quinto Beatle, George Martin, que ya había usado la música india a finales de los cincuenta, cuando producía a Peter Sellers en The Goons, su agrupación humorística para la radio. Sellers imitaba ya por entonces el acento y la sintaxis de los indios más anglófilos (recordemos que fue colonia británica), una parodia que luego llevó al cine en El Guateque, maravilloso film. Aunque su música posterior ya en solitario o con otros músicos (Traveling Wilburys, Eric Clapton, etc...) transcurrió por rutas occidentales, Harrison siguió fascinado por los sonidos de la India, que quedaron reflejados en temas del grupo madre.
Su carrera en solitario empezó a toda pastilla, con uno de los mejores discos de la historia, aquel All things must pass, triple vinilo en su día, para luego tener una carrera con buenos discos y alguno menos bueno. Pero el momento cumbre, fue cuando se unió a Jeff Lynne, Tom Petty, Bob Dylan y Roy Orbison y formaron los Traveling Wilburys, una superbanda gloriosa que hizo dos discos, uno en 1988 y otro, ya sin Roy Orbison, en 1990. De aquella mítica formación gloriosa ya solo quedan Lynne y Dylan, porque el tiempo no perdona y es inmisericorde.
De sus últimos trabajos, Brainwashed que salió editado en 2002 a título póstumo pero ya estaba grabado, me parece un disco magnífico, con momentos muy buenos. Pero vuelvo a aquel primer disco después de la separación de The Beatles, aquel maravilloso All things must pass. Este pasado 27 de noviembre de 2023 se cumplieron 53 años de la publicación de All things must pass, el tercer disco en solitario del Beatle George Harrison, porque, ya tenía dos anteriores, Wonderwall music de 1968 y Electronic sound de 1969, álbumes ambos que pasaron inadvertidos ya que The Beatles seguían funcionando y lo acaparaban todo. Pero George, el Beatle tranquilo ya llevaba tiempo queriendo tener más protagonismo en la banda y no uno o dos temas por disco, y empezó a acumular material que acabó saliendo en esta absoluta joya de 1970, un disco triple vinilo y posteriormente, con los años, doble cd. En mayo de ese año se pone manos a la obra con Phil Spector de productor, y colaboraciones de músicos amigos de la talla de Eric Clapton, Delaney & Bonnie o Billy Preston.
Pero ante todo, éste disco supuso un golpe en la mesa del Beatle calmado, dejando claro que él también sabía componer un disco entero de un altísimo nivel, quitándose ese papel secundario al que los dos grandes tótems Paul y John le tuvieron relegado en los Fab Four. Debió ser digna de ver la cara de McCartney y Lennon cuando el disco salió a la calle, porque la aplastante victoria de Harrison sobre sus dos compañeros fue inesperada, pero entendible, vista su evolución en los últimos años antes de la separación. Hablamos de un disco que fue número 1 y tuvo seis discos de platino.
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