El 3 de julio de 1971, el corazón de Jim Morrison, líder de The Doors, la banda de Los Ángeles, dejaba de latir en París. Es evidente que la mitología alrededor de su muerte se hizo rápida, pero su vida excesiva en todo, castigando a su cuerpo, le pasó factura después de beberse y meterse de todo en 6 años (de 1966 a 1971). Un icono de una época, un cantante excepcional, que se autodefinía como poeta, pero no era el cantante de un grupo cualquiera, era de los Doors, una de las mejores bandas de la historia de la música, y eso es decir mucho.
Una carrera de una calidad soberbia, dónde a una calidad excelsa de los cuatro músicos, se unía el carisma de su líder, cuya desenfrenada manera de vivir provocaba situaciones en las que involucraba a sus compañeros. Uno de sus discos menos valorados es Morrison Hotel, o por lo menos de los que menos se menta al hablar del grupo, pero que tiene momentos maravillosos, no sólo se defendía con Roadhouse blues. Un Jim Morrison que era más maduro como cantante, chamánico y sensual como voz que tira al blues.
En este álbum de 1970 hay auténticas joyas para paladares exquisitos, y uno de ellos es The Spy. Me vuelve loco la versión jazz incluída en la versión remasterizada, con el teclado de Ray Manzarek en plan Music hall que es una auténtica delicia para los oídos y como no, la voz de Jimbo es descomunal.
Y aun hoy se sigue sin esclarecer, ayer justo, me entere que no hubo autopsia, cosa que, igualmente, no ha sido esclarecida .
ResponderEliminarOrlando: Da un poco igual, siempre he pensado que su corazón dijo basta a tanto exceso, y sus restos descansan en Piere Lechease en París.
EliminarSaludos.