Uno de los álbumes de 2016 que más estoy disfrutando, es sin duda, el nuevo, y según él mismo, último trabajo de Iggy Pop, en el que se ha rodeado de dos componentes de Queens of the Stone Age, ante todo Josh Homme, que además ha producido el disco, y Dean Fertita, pero además hay que sumar al batería de Arctic Monkeys, un Matt Helders excepcional.
Esta conjunción no ha podido ser más acertada, ya que se han fundido el Iggy de 1977, cuando David Bowie le produjo The Idiot y Lust for life, con los Queens of the Stone Age y su sonido característico, cuya producción de Homme añade texturas y matices que crean una gran atmósfera. Desde luego no ha seleccionado malos acompañantes el bueno de Iggy, ya que no en vano su carrera es irregular y sinuosa por momentos, con grandes épocas, y otras más oscuras, y ya hacía tiempo que no se juntaba con otro tipo de músicos. Es obvio que hay mucha afinidad entre Mr. Pop y los Queens of the Stone Age, y de hecho el sonido de estos se nota claramente en las guitarras y en los coros, dotando al álbum de un empaque brutal. La Iguana responde de manera gloriosa, dando lo mejor de si que ahora puede dar vocalmente.
No nos olvidemos del icono histórico del punk rock primigenio que es este hombre, que comenzara su carrera allá por finales de los 60 con The Stooges.
El resultado es de un estilo muy marcado, bastante melancólico y a la vez muy adictivo.
Comienza el disco con Break into your heart, un rock intenso, lleno de oscuridad, y esa guitarra de Homme que acompaña perfectamente a la voz, gran comienzo. Gardenia recuerda mucho al Duque Blanco, con ese ritmo machacón, y esa línea de bajo increíble, un precioso tema que podría interpretarse como un homenaje involuntario a su amigo Bowie, ya que el disco se grabó en noviembre y nada se sabía del final de David y donde habla de una robusta amante (a pesar de que Iggy es más bien un taponcete). Seguimos con American Valhalla, y su tecladito de aire nipón u oriental, para luego desarrollar un rock árido, con ese toque hard rockero, y donde el bajo vuelve a ser brutal, temazo sideral y tremendamente adictivo con esos cambios de ritmo medidos al milímetro. In the looby, con ese riff de guitarra inicial es un rock a medio tiempo bastante bien llevado, con algún gritito de Iggy.
Sunday es una maravilla, quizás mi canción favorita, con la batería excepcional, irresistible y con tintes algo místicos, y esa guitarra que va lanzando riffs a modo de disparos, con grandes cambios de ritmo, un estribillo delicioso y ese final con voces femeninas y cuarteto de cuerda sublime. Vulture y su comienzo casi flamenco sorprende, pero al final se convierte en un lamento de polvo y arena con campanas. German days es otro rock potente, bastante oscuro (recordatorio a aquellos días de Berlín), bastante poético. Chocolate drops es otra joyaca, y es donde vuelves a comprobar que bien ha empastado esta conjunción, un medio tiempo genial y quizás curiosamente la canción que más aire tiene a los últimos Arctic Monkeys (los del AM). Acaba este gran disco con Paraguay con ecos claros a Lou Reed, una delicia de medio tiempo para rematar el disco de manera gloriosa, quizás uno de esos países donde recogerse, un paraíso donde esconderse de tanta tecnología que nos consume.
Sunday es una maravilla, quizás mi canción favorita, con la batería excepcional, irresistible y con tintes algo místicos, y esa guitarra que va lanzando riffs a modo de disparos, con grandes cambios de ritmo, un estribillo delicioso y ese final con voces femeninas y cuarteto de cuerda sublime. Vulture y su comienzo casi flamenco sorprende, pero al final se convierte en un lamento de polvo y arena con campanas. German days es otro rock potente, bastante oscuro (recordatorio a aquellos días de Berlín), bastante poético. Chocolate drops es otra joyaca, y es donde vuelves a comprobar que bien ha empastado esta conjunción, un medio tiempo genial y quizás curiosamente la canción que más aire tiene a los últimos Arctic Monkeys (los del AM). Acaba este gran disco con Paraguay con ecos claros a Lou Reed, una delicia de medio tiempo para rematar el disco de manera gloriosa, quizás uno de esos países donde recogerse, un paraíso donde esconderse de tanta tecnología que nos consume.
En definitiva un gran disco, de los que se escuchan del tirón y que desde luego sube de nivel mucho el final de la carrera de Iggy Pop. Es también evidente que el toque de calidad, clase y armazón sonoro de Josh Homme es clarísimo, pero el conjunto queda de lujo.
Os dejo con el tema American Valhalla.
Lo poquito que he escuchado de este disco deja a las claras que Iggy Pop es un maestro. Y que tenemos músicos que siguen su estela en cuanto a nivelazo: Homme y compañía.
ResponderEliminarVíctor Hugo: Este disco es una gozada, y como digo Iggy ha tenido muy buenos momentos y otros no tanto, pero este es de los muy buenos, y ha dado en la diana con las compañeros de viaje y con el enfoque.
EliminarSaludos.