Nick Waterhouse editó en 2016 su tercer trabajo discográfico, Never Twice, después de dos buenos trabajos como Time's all gone de 2012 y Holly de 2014, pero sin más, les faltaba algo. El primer álbum tenía frescura, buenos temas, pero a mi particularmente no acababa de engatusarme, y eso que su estilo me gusta y mucho. Con Holly tres cuartos de los mismo, y eso que tenía un single de partida abrumador y algunos temas realmente buenos, pero el conjunto no me hacía estallar, de hecho elegía siempre el primero por la frescura, si me ponían contra la espada y la pared. Pero ahora si, con Never twice me ha tocado la fibra, y de qué forma, no paro de escuchar su disco que me llegó a principios de este 2017, y de no ser por eso, habría entrado muy arriba en mi lista de discos de 2016, eso seguro.
El revival soul y rhythm & blues que como base practica el bueno de Nick, está teniendo muy buenos discos últimamente, pero en su caso, ha explotado porque ha sabido mezclarlo con otros estilos, ha hecho un álbum ecléctico que además suena maravillosamente bien, y no se ha encorsetado en canciones de dos o tres minutos, sino que algunas canciones llegan a los 7 minutos en una suerte jazzística, con aire al jazz cincuentero, que le sienta como anillo al dedo. Por si fuera poco, el álbum tiene colaboraciones estelares como la de Leon Bridges, Jon Batiste o Will Blades.
Empieza el disco con It's time que se inicia con un órgano tocado por Will Blades en onda Billy Preston absoluta, y es un medio tiempo delicioso con aires jazzísticos y souleros que quita el hipo, aparte de los interesantes coros que tiene. I had some money (But I spend it) es movida y bailable, donde los coros también destacan, pero sobre todo ese órgano que es una delicia, aquí tocado por Danny Eisenberg, y el saxo... ufff vaya saxo amigos... Ralph Carney brutal. Straight love affair tiene un groove que te gana al primer asalto, suena oculto, urbano, callejero, profundo, y con estilazo de morirse, acompañado siempre por esos coros maravillosos femeninos... guau guau. Stanyan Street es un soul-blues de categoría, que comienza tranquilo y se va volviendo oscuro con ese saxo tenor de caerse de espaldas, que acaba cediendo el protagonismo a la flauta y piano, instrumentalmente es un tema alucinante que se alarga a siete minutos y pico sin problemas. The Old Place vuelve al meneo, con un ritmo endiablado con ecos de sonidos caribeños, incluso algo de calipso, una enorme pieza jovial y que el bueno de Nick canta de manera maravillosa, y esas percusiones, vientos, palmas y coros que no dejan de alegrar la tonada.
Katchi es una obra maestra en si misma, con la ayuda de Leon Bridges a la voz, y ese saxo descomunal de Ralph Carney, con esos coros en estilo doo woop, algo repetitivo pero que es glorioso para que el ritmo no decaiga, y no puedes dejar de moverte mientras lo oyes, vaya temón. Baby, I'm in the mood for you es una canción escrita por Bob Dylan para su The Freewhelin' outtakes, al que Nick le impregna groove para que sea un tema agradable y sensual. Pero éste álbum donde se corona en joya absoluta es en la triada final que empieza con Tracy, tema pegadizo donde la voz de Waterhouse, y esos coros son pepitas de oro juntas, revueltas y... metales, órgano y a moverse. Lucky once es una delicia instrumental con aroma claro de piano bar, que a pesar de no ser nada coherente con el resto del disco, es una pequeña maravilla. Y llega el broche de oro final con L.A. Turnaround y vuelve la onda habitual del disco y ya acabas por flotar y cantar junto a Nick y sus coros este pegadizo estribillo, que él te ha ido macerando en la primera parte del tema, y donde destaca la flauta de Bob Kenmotsu.
Katchi es una obra maestra en si misma, con la ayuda de Leon Bridges a la voz, y ese saxo descomunal de Ralph Carney, con esos coros en estilo doo woop, algo repetitivo pero que es glorioso para que el ritmo no decaiga, y no puedes dejar de moverte mientras lo oyes, vaya temón. Baby, I'm in the mood for you es una canción escrita por Bob Dylan para su The Freewhelin' outtakes, al que Nick le impregna groove para que sea un tema agradable y sensual. Pero éste álbum donde se corona en joya absoluta es en la triada final que empieza con Tracy, tema pegadizo donde la voz de Waterhouse, y esos coros son pepitas de oro juntas, revueltas y... metales, órgano y a moverse. Lucky once es una delicia instrumental con aroma claro de piano bar, que a pesar de no ser nada coherente con el resto del disco, es una pequeña maravilla. Y llega el broche de oro final con L.A. Turnaround y vuelve la onda habitual del disco y ya acabas por flotar y cantar junto a Nick y sus coros este pegadizo estribillo, que él te ha ido macerando en la primera parte del tema, y donde destaca la flauta de Bob Kenmotsu.
Menos mal, que para aquellos que tenemos el oído abierto siempre hay segundas oportunidades, y con este disco he de admitir que he llegado a momentos de verdadera delicia, que aunque haya sido algo después de su año de edición, he podido degustarlo como se merece.
Que Nick toca estilos ya conocidos es cierto, pero aquí ha sabido dar en el clavo de la mezcla de todos ellos, con las aportaciones adecuadas de músicos excelsos y ante todo buenos temas.
Os dejo con el vídeo de L.A. Turnaround.
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