Bob Dylan anduvo bastante errante en la década de los 80, como le pasaba a artistas de su generación, era una década algo hostil para ellos y no se sentían muy identificados con la línea generalizada por la que iba la música en aquellos años. La formación de los Traveling Wilburys y la grabación del primer disco, dio al de Minnesota un empujón que le animó, ya que el éxito del supergrupo le espoleó. En 1989 volvió al estudio para grabar su nuevo álbum con la producción de Daniel Lanois (habitual de los irlandeses U2) y se produjo algo muy interesante ya que su unión dio como fruto un disco realmente bueno. Lanois tenía una visión muy particular de la música y su objetivo era conseguir lo que él llamaba "ese sonido cenagoso de Louisiana", a lo que se añadía que Dylan tenía un buen puñado de temas escritos, siendo el resultado excelente.
El disco se grabó en el número 1305 de la calle Soniat en New Orleans (eso se nota en la grabación), donde el productor instaló una mesa de sonido en la planta baja, colocando a los músicos en forma de herradura alrededor de él, creando un clima perfecto. A todo esto le añadimos que Lanois supo darle a los temas lo que pedían, teniendo cada uno de ellos los detalles precisos.
Uno de mis temas favoritos es Everything is broken, con letra algo política, pero en el que ese sonido que quería conseguir el productor está muy logrado.
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