lunes, 20 de abril de 2015

The Waterboys - A pagan place (1984)

 
 
Mi acercamiento profundo a este grupo surgió no hace más de 4 o 5 años, a pesar de haber sido una banda a la que siempre tuve en mente y con ganas de descubrir desde hace muchos años, pero por una razón u otra (seguramente la falta de dinero para comprar sus discos sería la primera en la época de estudiante) no encontraba el momento oportuno. De hecho es de esos casos raros, en los que recuerdas hasta las portadas de sus discos, temas suyos perfectamente, pero me faltaba la inmersión absoluta en una música que siempre me había atraído.
Mike Scott, el líder, formó The Waterboys en 1983 basándose en la canción de Lou Reed "The Kids" del disco Berlín de 1973. Y el grupo deja claro desde el principio que su estilo es el rock con espíritu punk, pero con un claro aroma poético arropado por aires celtas e incluso jazzísticos.
Pero es en junio de 1984 cuando se lanza A Pagan Place, digamos de alguna manera que el primer golpe de autoridad, el primer puñetazo en la mesa de Mike Scott y los suyos. Aquí se incorporan al proyecto Karl Wallinger como parte de la banda al órgano hammond y hay una aportación soberbia que es la de Roddy Lorimer con su trompeta en muchos de los temas. Tim Blanthorn al violin, Kevin Wilkinson a la batería, más el saxo y mandolina de Anthony Thistlethwaite y como no, el propio Mike Scott a todo tipo de guitarras acústicas y eléctricas, además de piano y voz, dan un empaque tremendo a todos los temas. Además y por si fuera poco a lo largo del disco se puede disfrutar de los coros realizados por Eddi Reader de los fabulosos de Fairground Attraction.
 

 
 
El titulo del álbum está cogido, como no, de una novela del novelista irlandés Edna O'Brien. Mike Scott es un enorme incondicional de la literatura y él siendo escocés no tiene reparo en leer novelas de irlandeses. Es por ello, un disco que está muy impregnado de literatura, también de misticismo celta, del tema religioso, influencias rock del propio Lou Reed o Patti Smith (icono tremendo venerado por Mr. Scott) pero también de ese punto de fusión perfecto entre rock y folk, y es ahí donde me parece que esta banda es importantísima y ha sido injustamente valorada o menospreciada, cuando este grupo enarbola la bandera de ser uno de las bandas más atractivas y peculiares del rock británico de los últimos 30 años, lo que viene a ser un grupo de culto.
Es precisamente con este disco, con uno de los que empecé a comprender la grandeza que emanaba de sus temas (cuanta razón tiene Johnny J.J. en ello), pero supongo que a cada uno nos llega en un instante determinado de nuestras vidas, ese click que hace que comprendas todo y que se cierre la cuadratura del círculo.
Quizás y por poner una única pega, la producción no está del todo cuidada, pero es algo que incluso le da más valor al trabajo.
 



 
Church not made with hands comienza el álbum, con el inicio de la guitarra acústica y el piano hasta que entran los vientos cual fanfarria adecuada, y es ahí cuando la voz de Scott te atrapa en una canción que habla de la religión y el cristianismo desde la óptica de Scott. All the things she gave me es una obra maestra en si misma, donde aquí la trompeta corre a cargo de Barbara Snow que está soberbia, además del tremendo sólo de saxo, pero ya desde el inicio con guitarra eléctrica y ese estribillo coreable pone la carne de gallina, estamos sin ningún lugar a la duda ante un himno de los Waterboys. The Thrill is gone es un tema tranquilo, con dominio de piano y guitarra acústica. Rags fue single y en su día tuvo mucho éxito, tema rotundo desde el inicio, con gran ritmo y donde guitarras y vientos corren veloces para presentarnos la melodía (algo de Bruce Springsteen hay por aquí), un torrente sonoro y furioso de alta calidad. Some of my best friends are trains es una canción curiosamente muy ochentera, con guitarras casi funkys, pero desde el punto de vista de Mike Scott, es decir, la paleta se abre y todo cabe en su mundo.
Somebody might wave back es otra demostración de folk-rock a su estilo, tema acelerado desde el inicio, con un piano saltarín y una batería que es absolutamente atronadora, gran tema de pop rock inmediato y elaborado. The Big Music es otra joya de la corona, hablamos de una canción bestial, de esos temas que se te quedan para siempre en la cabeza y que te hacen identificar a una banda donde la trompeta de Roddy Lorimer es abrumadora, la voz de Mr. Scott es brutal, los míticos coros de Eddi Reader, y como no ese saxo de Anthony Thistlethwaite que te embelesa y cautiva, una de esas canciones que cuantas más veces la escuchas más te enamoras de ella. Red Army blues es la canción más larga del disco, un blues que cuenta la historia de un soldado soviético deportado a un gulag en Siberia tras el fin de la II Guerra Mundial con arreglos inspirados en una melodía tradicional rusa y una conmovedora interpretación melodramática de Mike, conducidos por un saxo descomunal.
A Pagan Place, el tema que daba título al disco, lo cerraba, un muro de sonido electro acústico para arropar reflexiones espirituales y religiosas sobre paganismo y cristianismo.   




En definitiva un disco que puso a la banda de Mike Scott muy arriba en el panorama musical de la época, y que se sostiene por si mismo con grandes composiciones con el paso de los años. Una mezcla maravillosa de todos los estilos, ideas y referencias que hacen de este grupo uno de los grandes.

Os dejo con la interpretación en vivo de All the things she gave me, en 1993.
 

2 comentarios:

  1. Lo conservo en vinilo desde hace varias décadas. Aún así dista de ser uno de mis preferidos de Mike Scott a pesar de que hay dos o tres temas que me atrapan. Recibe mi brazzzzzo.

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    1. Johnny J.J.: Yo hace poco me hice con una edición remasterizada a precio muy barato y he vuelto a darle vueltas al disco y tiene más chicha de la que parecía. No es su mejor disco, pero no es para nada un mal disco.

      Brazzzzos.

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